Lágrimas en la lluvia...



Que típico, no?

Pero  es así. Cuando uno siente la muerte cerca, o en mi caso, quiere sentirla mas cerca, es inevitable pensar en todos los recuerdos, en todas las experiencias vividas... 

Todos esos momentos que se perderán, como lágrimas en la lluvia...

Ya se han perdido. Existen y resisten aún dentro de mi... Pero yo realmente ya estoy muerto. Mi propósito ha desaparecido de este... De mi mundo. Ya no está. Vivo... Pero vivo en un vacío afilado y cortante. Como si el aire estuviera formado por millones de agujas que atraviesan mi piel y se me clavan. Mas y mas dentro... En mi alma... En esos recuerdos... 

Y qué importa?

Como dice Reverte (mas o menos), la vida humana es importante, pero no tanto...

No soy el tipo que va a curar el cáncer, ni voy a pintar la siguiente Capilla Sixtina. Mi importancia estaba en los recuerdos que perduraran de mi en los que me rodeaban, en los que yo amo. O sea, TÚ, si me estás leyendo. TÚ y los hijos que ya no tendremos. Y los hijos de nuestros hijos...

O sea, gente que ya no existirá en mi mundo.

Y alguien a quien no puedo ver...

Ser padre era de las cosas que mas ilusión me hacían en este o en cualquier mundo. Cuidar, proteger, educar. Hacerlos mejores de lo que jamás podría haber sido yo. Verlos crecer de tu mano, madurar y volar libres, fuertes y sanos. Se que lo hubiera hecho bien. Mejor que todo lo que se me haya podido dar bien antes en la vida. Eso seguro...

Bueno... Como ya he dicho, qué importa? 

Esa vida... La Vida queda cada vez mas lejos... Es solo otra lágrima diluyéndose... 


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La verdad es algo muy bonito.