El Segundo Día de Navidad

El segundo día de Navidad (el 26, para los cortitos... como yo) solía ser el mejor.

En la familia de mi madre existe la tradición de comer puchero el día de Navidad. Puchero no, PUCHERO. Con pelota de dos clases, blanquet, tocino y todo lo que se le pueda echar al puchero... En cantidades industriales.

Con el caldo y todo lo que sobra (comemos como trogloditas, pero ya se hace de mas -de mucho mas- para que sobre) el segundo día de Navidad se prepara un arroz al horno especial. Se lleva a un horno de toda la vida, cerca de casa de mi madre. Es una tradición que tiene cerca de cuarenta años, probablemente bastantes mas.

Al olor de este manjar si que no falla nadie, ni por trabajo, ni por enfermedad, ni por apocalipsis zombi (caso de haberlo).

Todos estos años siempre he guardado un tupper para B, que normalmente estaba en el pueblo con sus padres.

Este año estoy por ni salir a comer.

Hoy en la comida apenas he podido aguantar las ganas de llorar... Suerte que soy un gordo de mierda y mientras me cebo parece que la mente descansa un poco... Solo un poco...

Te echo de menos... Te voy a echar de menos cada vez mas... Y no quiero seguir sufriendo así. No quiero seguir queriendo de esta manera algo que ya nunca tendré.

Solo quiero dejar de respirar de una maldita vez...

Todo es una mierda.

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La verdad es algo muy bonito.